Imán del Inmaculado Corazón de María

    Imán del Inmaculado Corazón de María

    2,50 €
    Impuestos incluidos
    LIICM

    Imán del Inmaculado Corazón de María

    Es un imán, o imagen magnética con la representación de la Virgen de Fátima, que inspira mucha paz, tranquilidad, armonía y deseo de bondad y de encontrarnos todos juntos en la felicidad eterna, o sea, en el Cielo.

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    Imán del Inmaculado Corazón de María
    Autor: Asociación Cultural Salvadme Reina de Fátima

    Usted podrá pegarlo en la nevera o en cualquier superficie metálica. Pero no deje de pedir a la Santísima Virgen que proteja a usted y a su familia, siempre que sus ojos se crucen con este hermoso imán.

    Muchas personas nos cuentan como en situaciones en que estaban angustiados, miran la bella imagen de la Virgen de Fátima, rezan y sienten una paz invadir sus corazones y, por así decirlo, oyen una voz que les susurra: «No te preocupes. ¡Ten confianza, porque estoy contigo! No te sucederá ningún mal.»

    Con este sentimiento, no puedo resistirme a contarle un hecho, narrado por un sacerdote misionero, sobre el poder de una representación de Nuestra Señora, como esa de su imán, que ahora tiene en manos.

    Un día, el sacerdote recibió la visita de uno de sus feligreses que le pedía que visitase a un señor, ya anciano, que había tenido una vida escandalosa, pero que solicitaba la presencia del sacerdote en su casa.

    Al día siguiente, el ministro del Señor fue a la dirección designada. Sonó el timbre, y tan pronto como se abrió la puerta, oyó un grito aterrador:

    —¡Padre! ¡Ya no puedo vivir así! No tengo paz, ni siquiera durante el sueño. Yo revivo constantemente todo lo que hice de mal... Pero, por favor, ¡ayúdeme! ¡Por favor!

    El sacerdote intentó calmarlo y le pidió que le contara qué había causado su repentino deseo de cambiar de vida y hacer las paces con Dios y con su conciencia.

    El anciano le dijo que no sabía qué le había hecho querer retirar este gran peso de su corazón, la mirada del sacerdote se fijó en la puerta entreabierta de un viejo armario, donde estaba colgaba una pequeña estampita, que parecía ser de la Madre de Jesús y Madre nuestra.

    El sacerdote interrumpió a su orador y le preguntó lo que era.

    Y oyó la siguiente explicación:

    «Es una representación de María Santísima. Fue lo único que respeté en mi vida, porque lo gané justo después de mi Primera Comunión. ¡Todos los días abro la puerta del armario y rezo un Avemaría para cumplir los deseos de mi madre y la promesa que le hice de que rezaría esta oración todos los días!».

    —¡Ah! Entonces puedes estar descansado, exclamó el sacerdote emocionado. ¡Es a María Santísima y a este pequeño homenaje de respeto que le haces al rezar el Avemaría que se debe su arrepentimiento y la apertura de las puertas del Cielo para usted!

    Después de haberlo confesado, dijo el sacerdote, lo veía regularmente en la Misa y, en las calles, hacía caridad a los pobres, convirtiéndose en un buen cristiano, recuperando, por así decirlo, el tiempo perdido.

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