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Rosario de San Miguel

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A lo largo de su vida, Ud. se beneficia de la poderosa protección de los Ángeles. Como vigilantes solícitos e incansables, ellos están listos para ayudarle. Entre ellos, hay un ángel que es el líder de todos los demás: El Príncipe de la milicia celestial, San Miguel Arcángel.

LRSM

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En tiempos de extrema angustia para la humanidad, San Miguel obtiene misericordia de Dios y expulsa a los espíritus malignos que amenazan a las familias y al mundo.

Fue lo que sucedió, por ejemplo, con el fin de la plaga en Roma en el siglo VI, cuando el Papa San Gregorio vio a San Miguel poner su espada ensangrentada en su vaina, como señal de que había obtenido de Dios el fin de la epidemia.

Seguramente, Ud. se estará preguntando sobre el origen de esta oración, también conocida como coronilla de San Miguel o rosario angelical.

Comenzó en Portugal, en el año 1750, con la aparición de San Miguel a una carmelita, muy dedicada a ella, llamada Antonia de Astonaco.

El Arcángel le pidió que hiciera nueve saludos en su honor, correspondientes a los nueve coros angelicales, seguidos de la recitación de un Padrenuestro y tres Avemarías en honor de cada uno de ellos y al final, cuatro Padrenuestros, en honor de San Miguel, San Gabriel, San Rafael y del Santo Ángel de la guarda. Y San Miguel prometió a quien le prestase este culto, la ayuda rápida y efectiva de los Ángeles en todas sus necesidades, durante la vida y después de la muerte, y también garantizó su liberación y la de sus familiares de los castigos del Purgatorio.

Además de esta protección especial, también prometió que cuando aquellos que rezan la coronilla recibiesen la Comunión, un Ángel de cada uno de los nueve coros estaría a su lado, adorando a Jesús, realmente presente en la Eucaristía.

Al conocer estas maravillosas promesas, muchas carmelitas españolas empezaron a rezar diariamente el rosario de San Miguel. En Italia, las hermanas del Monasterio italiano de Vetralla, en la diócesis de Viterbo, tuvieron la idea de escribir al Beato Papa Pío IX para pedir la aprobación eclesiástica de esta devoción, otorgada finalmente en 1851.

A partir de entonces, miles de familias comenzaron a rezar el rosario de San Miguel y a recurrir a la protección del Príncipe de la milicia celestial, especialmente durante los ataques del espíritu maligno.